Economía 1 El Colaborador 08/12/2025
Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de calidad, consultoría de políticas públicas.
La noción de “edad cerebral” redefine la educación universitaria hacia un modelo más humano, preventivo y personalizado, donde el objetivo no es solo graduar estudiantes, sino potenciar su capacidad cognitiva y su bienestar a largo plazo.
Los hallazgos de Cambridge sobre la “edad biológica del cerebro” muestran que no todos los cerebros envejecen al mismo ritmo. Esto podría transformar los planes de estudio universitarios al promover programas más personalizados, flexibles y preventivos que potencien el aprendizaje y la salud cognitiva de los estudiantes.
Asimismo, investigadores de la Universidad de Stanford lograron medir la edad biológica del cerebro mediante un análisis de sangre, diferenciándola de la edad cronológica.
Este avance permite detectar si un cerebro envejece más rápido o más lento que lo esperado, lo cual se relaciona con mayor riesgo de demencia, enfermedades neurodegenerativas y menor longevidad.
La clave está en que el envejecimiento cerebral puede variar drásticamente entre individuos, incluso de la misma edad.
Los hallazgos no solo impactan la medicina preventiva, también la educación superior. Algunas formas en que podrían modificar los programas académicos mediante la personalización del aprendizaje.
Si se conoce la edad biológica del cerebro, las universidades podrían adaptar la carga académica y los métodos de enseñanza según la capacidad cognitiva de cada estudiante.
Entonces, estudiantes con “cerebros más jóvenes” podrían beneficiarse de programas acelerados, mientras que quienes muestran signos de envejecimiento temprano recibirían apoyo cognitivo adicional.
Asimismo, las universidades podrían incluir asignaturas sobre neurociencia aplicada, hábitos de vida saludables y técnicas de entrenamiento cognitivo, promover prácticas como meditación, ejercicio físico y nutrición que se ha demostrado retrasan el envejecimiento cerebral.
Asimismo, las universidades podrían ofrecer pruebas periódicas de edad cerebral como parte de los servicios de salud estudiantil. Esto permitiría detectar riesgos tempranos y diseñar planes de estudio que no solo formen profesionales, sino también ciudadanos con mayor longevidad cognitiva.
La interdisciplinariedad es otra posibilidad universitaria al integrar neurociencia, psicología, educación y tecnología en programas conjuntos. Estudiantes de distintas áreas podrían colaborar en proyectos que exploren cómo optimizar el aprendizaje según la edad cerebral.
Entre los alcances y perspectivas para los estudiantes destacan:
Mayor equidad: Al reconocer que no todos los cerebros envejecen igual, se abre la puerta a sistemas educativos más inclusivos.
Innovación académica: Universidades que adopten estos hallazgos podrían convertirse en líderes en educación personalizada.
Preparación para el futuro: Los estudiantes no solo adquirirían conocimientos, sino también herramientas para cuidar su cerebro y prolongar su capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida.
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